
La seguridad del paciente constituye uno de los principales objetivos de los sistemas sanitarios y, entre otras recomendaciones para su mejora, destaca el establecimiento de programas de entrenamiento de equipos de trabajo con simulación médica. Ésta se define como una situación o lugar creado para permitir que un grupo de personas experimenten una representación de un acontecimiento real con el propósito de practicar, aprender, evaluar o entender sistemas o acciones humanas. De este modo, se podrán adquirir habilidades en situaciones graves y poco frecuentes, sin perjuicio para el paciente. En este trabajo se recuerdan los orígenes de la simulación médica y se clasifican los distintos tipos de simulación actuales. Se exponen los principales simuladores utilizados actualmente en pediatría, y se describe el diseño de un curso de simulación aplicado al entrenamiento de emergencias pediátricas, detallando las distintas fases del mismo. En la primera fase, no presencial, se aplica un nuevo concepto de formación denominado e-learning, nueva metodología de uso de tecnologías de información para la formación de profesionales. En la segunda fase, esencialmente práctica, se desarrollan los casos clínicos con simulación robótica y posteriormente el análisis-debate o debriefing, elemento clave para la adquisición de habilidades. Por último, en la fase de seguimiento, el alumno dispone de conexión con los docentes para consolidar los conceptos adquiridos durante la fase presencial. En este modelo se pretende mejorar las habilidades científicos-técnicas y además una serie de habilidades relacionales como son el control de la situación de crisis, el liderazgo adecuado de un grupo de trabajo, el reparto de tareas, la comunicación entre los miembros del equipo, etc., todas ellas encuadradas en el actual concepto de excelencia de cuidados y del profesionalismo médico.

El 75% de todas las hospitalizaciones por traumatismos en los niños se deben a un traumatismo craneoencefálico (TCE), al tiempo que el 70% de las muertes ocurren en las primeras 48 horas, y se refiriere una mortalidad que fluctúa entre 2035%. Se estima que cada año se producen 600.000 consultas por esta causa, 300 de cada 100.000 niños sufren un TCE y alrededor de 250.000 casos se ingresan. Pacientes y métodos. Se realizó un estudio de observación, descriptivo, de todos los pacientes en edad pediátrica, que asistieron a nuestro Servicio de Urgencias, en el período comprendido entre enero y diciembre del 2001, y que sufrieron un TCE, en cualesquiera de sus variantes clínicas. Para la clasificación de los casos de acuerdo a su gravedad se usó la escala de coma de Glasgow (ECG), y para definir los resultados, la escala de resultados también de Glasgow. Resultados. Se encuestaron 339 casos con TCE, de los cuales 329 (97%) fueron leves, ocho (2,4%) moderados y dos (0,6%) graves; de éstos, 122 (36%), requirieron ingreso hospitalario, y el resto, 217 (64%), se trataron ambulatoriamente (todos con TCE leves). Los exámenes complementarios realizados fueron las Rx simples de cráneo, 117 (95,9%), y la TAC (tomografía axial computarizada) se realizó sólo en tres casos (2,5%). Existieron sólo dos (1,8%) fallecidos en nuestra serie y no se encuentran discapacitados, de acuerdo a la ERG. Conclusiones. El TCE leve fue el más encontrado en nuestra serie. La aplicación de sistemas de tratamiento ajustados a las condiciones de cada centro asistencial facilita la reducción de ingresos por TCE leves.



